Supongo que es tradición que en cada inicio de año redactemos nuestra lista de propósitos a cumplir. Seguro que no faltará el “hacer deporte”, “ponerse a dieta”, “dejar de fumar”, y cosas por el estilo. En el ámbito económico y de inversión, más que propósitos debemos hablar de desafíos y obligaciones. Porque si el año que cerramos ha sido complicado, el 2016 no muestra un mejor aspecto.
Nuestro país tiene por delante importantes desafíos. La mejora económica ha ganado tracción, y podrá mantener esta inercia durante un período, que nunca será prolongado si la inestabilidad política se mantiene. Aún tenemos importantes deberes por hacer en campos como la eficacia y eficiencia en la gestión y organización administrativa; un adecuado desarrollo del mercado laboral en la línea de nuestros socios europeos más desarrollados; adoptar un esquema fiscal que favorezca la generación de riqueza y la inversión; mecanismos que promuevan la competitividad de nuestra economía, no tanto en precio como en valor añadido. Estas cuestiones están en nuestras manos para hacer de nuestro país un país moderno, en un mundo cambiante donde quien no se adapta –estamos en el siglo XXI-, queda atrás. Es nuestra responsabilidad y no debemos buscar culpables de nuestra inacción o negligencia.
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